Cayeron imperios, nuevos estados nacieron y se retrasaron los mapas. Europa pasó por muchos cambios por aquella época. Y, en algún lugar cerca del ojo de la tormenta estaba el pequeño pueblo alemán llamado Radeberg, hogar de hombres cuyas mentes no estaban nubladas por la tormenta política que los rodeaba. Mientras otros conquistaban territorios, ellos conquistaban la cerveza y creaban el distintivo sabor de la Radeberger Pilsner, la bebida de los conocedores en todo el mundo desde 1872. Piensen en ella como un regalo para un mundo que necesitaba desesperadamente un momento de relajación, casi como en nuestros días.
Nuestro distintivo sabor no resulta tan sorprendente si consideramos que la Radeberger Pilsner nació muy cerca del epicentro cultural de Dresde, famoso a lo largo de la historia por su espíritu creativo e independiente en la arquitectura, la música y las artes (como se espera de toda ciudad concebida por el deseo de un rey de impresionar al amor de su vida). Solo en una cultura que cultiva la belleza y el estilo de esta manera podía surgir y fluir el sabor excepcional de la Radeberger Pilsner. Debe haber algo en ese fresco aire sajón que inspiró a los hombres a escalar las alturas de la grandeza en busca de la experiencia más extrema del placer.
La invención, de la mano de la ambición, da lugar a la excelencia. A fines del 1800, no había otro lugar donde fuera más evidente que en la ciudad alemana de Radeberg. Escondida entre Dresde y el valle del Elba, Radeberg ya estaba en el corazón del reino de Sajonia antes de que Alemania se convirtiera en una nación. Los sajones son famosos por su inquebrantable devoción por la industria, por su incansable obsesión con la calidad y por su floreciente libertad cultural, el paisaje perfecto para el nacimiento de la cerveza Radeberger Pilsner.
Desde 1872 nos ha guidado una sola obsesión que llamamos la "Perfección Pilsen": la perfecta combinación de agua, lúpulo y cebada (nada más y nada menos) y la pasión por compartir nuestro distintivo sabor con el mundo, primero en Sajonia, luego en Alemania y, finalmente, en todo el mundo.
Algunos persiguen la moda, otros las novedades, pero nosotros seguimos fieles a la causa, produciendo nuestra excepcional Pilsen alemana en el mismo pueblo (en ningún otro lugar) para lograr un sabor consistente en todo el mundo. Eso es todo lo que hemos hecho y seguimos haciendo hasta hoy. Aprendimos que cuando el objetivo es verdadero, no es posible fallar.
A veces son los héroes de los pequeños pueblos los que encuentran al mundo desprevenido y nos sorprenden cuando menos lo esperamos. Esto es lo que sucedió en 1872, cuando cinco distinguidos hombres del pequeño pueblo de Radeberg en Alemania decidieron enseñarnos una o dos cosas sobre la cerveza. Lo más sorprendente es que eran completos aficionados, pero lo que les faltaba en experiencia les sobraba en visión, gusto e incansable dedicación a una cosa, a una sola cosa: producir la cerveza Pilsen alemana de mayor calidad que el mundo jamás hubiera visto (o probado).
Y exactamente eso hicieron. Desafiaron a los más grandes expertos en producción de cerveza y concibieron una serie de inventos para poner nuestras expectativas de sabor literalmente patas para arriba.
Puede que hayan sido hombres con una base relativamente sólida, pero la escala de sus ambiciones era todo lo contrario de modesta: no se ahorraron gasto, ningún obstáculo les pareció demasiado alto en su carrera por lograr la perfección en la producción de cerveza.
Sajonia tiene una larga y próspera historia en inventos de alcance mundial: la locomotora, el periódico y el filtro de café son solo algunos de los que todavía conservamos. La historia de la cerveza Radeberger Pilsner. Debe haber algo en ese fresco aire sajón que inspira cierto desprecio por el status quo y que obliga a crear lo que se creía imposible. En su búsqueda por una calidad y un sabor extraordinarios, los fundadores de la Radeberger Pilsner reescribieron las reglas de una excelente producción de cerveza. Si necesitaban algo que no existiera todavía, su única respuesta fue reinventarse a sí mismos. Fueron los primeros en introducir sistemas de refrigeración con motor para transportar la Radeberger Pilsner por todo el país.